La aparición de Slim con su posición sobre “unidad nacional” y la reciente muerte de Lorenzo Servitje nos obliga a hacernos varias preguntas esenciales: ¿Dónde están los nuevos empresarios mexicanos? ¿Quiénes son? En Durango, ¿Dejarán de ser un apéndice del gobierno? ¿Seguirán como eternos aspirantes a un puesto público local?
En el caso de la familia Servitje, despierta nostalgia ver la trayectoria de un par de hermanos que a partir de décadas de trabajo construyeron la mayor empresa de pan en el mundo, la fuente de sustento para decenas de miles de familias en multitud de países, y la despierta, aún más, recordar que ese nivel de éxito fue posible manteniéndose lejos de escándalos o controversia. Se dice fácil, pero puedo pensar en muy pocos casos de éxito comparable, acompañado de comportamiento tan ejemplar, que incluso hoy trasciende a la siguiente generación en la empresa.
El caso de Slim es muy “peculiar” también, pero desde otra perspectiva. Sobre él pesará haberse adjudicado Telmex y la operación de Telcel con grandes beneficios producto de un mercado monopólico que el estado le dejó libre. Capitalismo de amigos, lo bautizó Allan Greenspan, en Estados Unidos. Sin embargo, nadie puede negar su talento para los negocios.
En ambos casos, es de reconocerse su labor altruista y su eterna negativa para formar parte de un gobierno o incursionar en cargos políticos. Los dos, siempre, desde la iniciativa privada, empujaron sus empresas e iniciativas altruistas y de negocio de forma paralela. Al final, se convirtieron en lo que son: un verdadero ejemplo como Empresarios.
Lo que me lleva a reflexionar desde otro punto de vista: la carencia de capacidades empresariales de las generaciones posteriores a Slim y Servitje y, en nuestra actual generación. No veo a los nuevos empresarios. No encuentro un caudal de sustitutos en términos de la tecnología, la industria o los servicios.
Vamos, ser empresario no es muy común y no es que haya una planta que dé como fruto el gen emprendedor. No es así. Pero, estoy convencido de que un reto paralelo que tenemos como país y sociedad, es producir, propiciar, engendrar, permitir, que haya más empresarios y emprendedores y menos “funcionarios públicos”. Eso me queda claro.
En el plano nacional, ciertamente, hay un grupo de empresas mexicanas exitosas e internacionalmente competitivas. Pero, me sorprende no poder pensar en empresas nuevas que estén en ese privilegiado grupo, y resulta alarmante carecer de empresas competitivas en los nuevos sectores relacionados con la revolución tecnológica. Cuando vemos que la capitalización de las empresas de tecnología en el mundo (casi tres millones de millones de dólares) rebasa a la de las grandes empresas financieras y a las de consumo, no debe sorprendernos que entre las cien mayores del mundo por valor de mercado sólo haya una latinoamericana (brasileña). Cuatro de las cinco más grandes (Apple, Google, Microsoft, Facebook y Kraft) son tecnológicas.
Esto inevitablemente me trae al plano local. En Durango, la cuestión empresarial está dominada por familias y los hijos de hasta terceras o cuartas generaciones de familias. Y eso no tiene nada de malo. Sin embargo, son las mismas que, junto con el gobierno, por décadas, han ido creando condiciones de poca competencia y limitado acceso al mercado local. Por eso vemos tanta lucha por el control político. Y por eso observamos cómo de la manita van los hijos de los políticos creciendo con los hijos de los empresarios y se van reciclando el control político y gubernamental, lo que les garantiza acceso extraordinario de fuentes de empleo y recursos públicos. Y eso ha sido por generaciones.
Cuando decimos que en Durango es bueno que “el cambio ha llegado” es porque precisamente esperamos que eso suceda; sin embargo, el panorama no es alentador. En las cámaras empresariales, en las cúpulas del sector privado, aparecen los acuerdos que, por décadas, por más de 80 años se hacían con el partido gobernante; eso, me parece, se seguirá haciendo con el gobierno del cambio, a menos que, en verdad se conciba un entorno político, social y económico del Siglo XXI.
Hasta entonces, bien vale la pena preguntarnos: en Durango, ¿Los empresarios dejarán de ser un apéndice del gobierno? ¿Seguirán como eternos aspirantes a un puesto público? ¿Tocarán un son o bailarán la música que les ponga el gobierno? Lo veremos.
Ser empresario no es muy común y no es que haya una planta que dé como fruto el gen emprendedor. Tampoco se puede generar capacidades empresariales por decreto. Sin embargo, estoy convencido que, una deuda que se convierte en reto, como país y sociedad, es producir, propiciar, engendrar, permitir, que haya más y mejores empresarios.
@leon_alvarez