El TLCAN ha sido un tratado provechoso para los tres países firmantes, en especial para México. Ayudó a cimentar las bases para una economía más abierta, competitiva y capaz de generar sus propias divisas, para así dejar atrás los años difíciles y obscuros de la crisis de deuda externa. Evidentemente, no cumplió con todo lo prometido, ya que no se ha reducido la brecha salarial que tenemos con Estados Unidos, ni ha mejorado la distribución del ingreso en el país. Pero, aunque los beneficios generados no han sido equitativos, el balance ha sido positivo.
Si somos conscientes de la dinámica política y económica actual, ahora conviene modernizarlo y al mismo tiempo, buscar como dinamizar la economía interna, mejorar los salarios y resolver otros problemas mucho más complicados como la corrupción, la impunidad y la inseguridad.
Sin embargo, el problema fundamental de la negociación del TLCAN 2.0 ha sido la ignorancia del presidente actual de Estados Unidos, que ve el comercio exterior como un juego de suma cero. Al contrario de toda la teoría económica, él piensa que si un país tiene un déficit comercial es un perdedor, mientras que para ser ganador se necesita tener un superávit. Por lo mismo, quiere forzar un tratado para que el déficit que tiene su país con el nuestro desaparezca.
Si la lógica desde la cual lo está proponiendo Donald Trump es errónea, lo más coherente debe ser precisamente evitarla al máximo y seguir cabildeando con los principales sectores, los gobernadores y toda la gente que defienda y está consciente de que el TLCAN ha funcionado.
En sí, la balanza comercial es irrelevante en el buen desempeño económico de un país. Efectivamente, queremos exportar más, ya que el aumento en la producción crea empleos e ingresos para más mexicanos. Sin embargo, también es positivo importar ciertos bienes, no solo porque aprovechamos así nuestras ventajas competitivas, sino también porque son complementos para nuestro crecimiento y bienestar. Por ejemplo, el INEGI reporta que entre el periodo comprendido entre enero–noviembre 2017, las importaciones de bienes de uso intermedio, fundamentales para la producción en general, representaron 76.7% de las totales. En este sentido, no importa si en un mes dado exportamos más de lo que importamos, o al revés, si importamos más de lo que exportamos. Lo que es fundamental es que crezcan ambos, ya que son signos de una economía sana.
Dicho lo anterior, si las autoridades económicas mexicanas son tan irresponsables para mezclar el contenido de la agenda política para apresurar una “renegociación” del TLCAN, en momentos en que Trump persigue también su propia agenda política, estamos en un escenario totalmente adverso para llegar a un acuerdo razonablemente favorable para México. Si la lógica de Videgaray es firmar una renegociación antes de que se definan las elecciones de México para “apuntalar” al candidato oficial y venderlo como una decisión económica exitosa, puede ser aún más catastrófico para nuestro comercio que la amenaza velada que supone la llegada de López Obrador a la presidencia de la república.
Ni está en peligro la reforma energética, ni tampoco la viabilidad del TLCAN por que los sectores industriales y de comercio están tan compaginados, como lo es que tenemos una vecindad de más de 3000 kilómetros de frontera, y un mercado laboral tan desigual que, aunque se empeñen en negarlo, representa la fortaleza productiva de Estados Unidos y una válvula de escape para la falta de empleo en México.
En estas condiciones, me parece que el gobierno mexicano debe evitar –al menos posponer- esa negociación lo más posible. De cualquier forma, no hay manera de venderle al país que han hecho una conducción atinada de la economía durante este sexenio.
@leon_alvarez