Las estadísticas de empleo siempre causan escozor sobre todo a las autoridades políticas. Sin ser responsabilidad de los gobierno crear o generar empleos, son un indicador de la salud de nuestra economía y, por obvias razones, del bienestar de nuestra población.
No cabe duda que las cifras reportadas en febrero 2017 y finales de 2016 son positivas tanto a nivel nacional como a nivel local. El presidente Peña Nieto destacó, con base a registros del IMSS, una “cifra record” de empleos a nivel nacional, solo en el mes de febrero, por 154 mil espacios nuevos, y en lo que va de su sexenio, al cierre de diciembre 2016, un acumulado de 2 millones 600 mil empleos. Por su parte, en Durango, el gobernador José Rosas Aispuro Torres, reportó la semana pasada que en los primeros seis meses de su gobierno, se han generado 5 mil nuevas fuentes de trabajo. En ambos casos, se trata de los registros del IMSS y son un indicador de corto plazo de cómo se va comportando el apetito o dinámica de las empresas, pero solamente de las registradas en el IMSS. Insisto en este punto: Indicador de corto plazo y con base en menos del 30% del mercado de trabajo formal del país.
Estas cifras son positivas, en parte, por su componente estacional vinculado al cierre de año y la época de mayor consumo y liquidez (virtud de los registros IMSS), y en mucho, porque hay un componente de “suficiencia” o “desilusión” de los desempleados a reportarse como tal en las encuestas, también en esta época de año (virtud encuestas en hogares reportadas por INEGI).
No lancemos las campanas al vuelo por lo “positivo” de las cifras de cierre de año, es verdad que el empleo cerró bien el año 2016, pero todavía hay una gran proporción de la Población Económicamente Activa (PEA) percibiendo remuneraciones bajas o que está en posiciones de subocupación; es decir, en uno o varios trabajos que no les brindan la capacidad económica adecuada, y tampoco el desarrollo profesional óptimo, siendo esto muy marcado en el grupo de profesionistas o graduados con o sin título profesional.
Tampoco debemos ser tan pesimistas; si bien, el futuro que nos espera es de desaceleración económica (quizás una crisis de fin de sexenio), el hecho de que se reporten tasas positivas de desocupación en las encuestas del INEGI, es un síntoma de que la economía se mueve y hay ímpetu de los desempleados por buscar trabajo o mejorar el empleo actual. Para ello sirven las encuestas que reporta INEGI, precisamente, y son los indicadores de mediano y largo plazo que debemos observar para planear inversiones en infraestructura y propiciar políticas públicas de acuerdo a la dinámica de los sectores tradicionales y estratégicos de le economía. Insisto en este punto: Indicadores que deben observar los hacedores de políticas públicas para planear inversiones y detonar sectores tradicionales y estratégicos de la economía a mediano y largo plazo.
En este contexto, con base en el más reciente reporte de INEGI, en febrero, la Tasa de Desocupación (TD) nacional fue de 3.6%. Durango registró el mismo porcentaje, para ocupar la posición 10 a nivel nacional. Nada mal si nos atenemos a las condiciones de la economía, y que, como hemos explicado en este espacio en varias oportunidades, muestra la dinámica en la generación de empleos de una ciudad. Sin embargo, no debemos dejar de lado las tasas complementarias de ocupación.
En primero lugar, la Tasa de Condiciones Críticas de Empleo (TCCO) que muestra las condiciones inadecuadas de empleo desde el punto de vista del tiempo de trabajo, los ingresos o una combinación insatisfactoria de ambos y resulta particularmente sensible en las áreas rurales del país. Incluye a las personas que se encuentran trabajando menos de 35 horas a la semana por razones ajenas a sus decisiones, más las que trabajan más de 35 horas semanales con ingresos mensuales inferiores al salario mínimo y las que laboran más de 48 horas semanales ganando hasta dos salarios mínimos. El indicador se calcula como porcentaje de la población ocupada. La tasa aumentó levemente de 14.6% a 14.7% entre enero de 2016 y el mismo mes de este año.
En segundo lugar, la Tasa de Informalidad Laboral (TIL) que muestra la proporción de la PEA que se encuentra laborando pero sin contar con ningún beneficio en seguridad social, o registro patronal o con prestaciones de cesantía o vejez. La tasa pasó de 58% a 57.5% entre enero de 2016 y el mismo mes de 2017.
En Durango, nos movemos en un entorno terciarizado de la economía. Nichos tradicionales de bajo valor agregado. Sin duda hay un reto importante en los sectores tradicionales, pero también una oportunidad creciente en detonar aquellos que resulten estratégicos y vinculados a la economía del conocimiento, las carreras cortas, la especialización y la innovación en redes sociales, internet, la robótica y el desarrollo tecnológico. Pronto, nuestras ventajas relativas (geográficas, de costo laboral, de escala) serán cada vez menos relevantes, conforme la revolución tecnológica que vivimos se arraigue. ¿Cómo aprovechar a los connacionales que regresen? ¿Cómo repatriar o evitar el talento que se escapa de tecnológicos y universidades por falta de oportunidades? ¿Qué armas ofrece el gobierno y cuáles la Iniciativa Privada?
@leon_alvarez