¿Por qué gano José Rosas-Aispuro Torres?
El enigma del 18.
Por: Omar Ortega Soria
“La derrota tiene algo positivo, nunca es definitiva. En cambio la victoria tiene algo negativo, jamás es definitiva”.
José Saramago
El pasado proceso electoral provocó un cataclismo en el PRI, las expectativas al interior eran muy altas y sufrieron un golpe fulminante. Si hablamos de numeralia significó para el partido hegemónico dejar de gobernar a 12 millones de mexicanos, perder 6 gubernaturas y recuperar 2; mientras que el PAN obtuvo 7 de las 12 gubernaturas, 3 en alianza con el PRD.
Cada elección es única, con innumerables factores y sus propias particularidades, por ejemplo, lo que vimos en Veracruz, Quintana Roo y Chihuahua fue un voto de castigo para gobernadores que eran mal vistos. Mientras que el caso de Durango es digno de estudio por la multitud de factores y el caldo de cultivo que se conformó.
El actual Gobernador de Durango, pudo posicionarse en la sociedad como el representante del voto antisistema, algo muy parecido a lo que logró Fox en el 2000, mientras que por el otro lado, el PRI tuvo una serie de fallas, como el controvertido proceso de selección de candidato.
Sin embargo, esto solo fue un factor más en una olla de presión, dudo mucho que los resultados hubieran sido diferentes si el PRI hubiera tenido a otro candidato. Por ejemplo, aunque en Durango existe una percepción favorable que Jorge Herrera Caldera fue uno de los Gobernadores mejor calificados en todo el país, existe un descontento contra la clase política, definitivamente el poder desgasta.
El famoso humor social se manifestó, las reformas transformadoras, aunque han sido muy valiosas, provocaron una lucha de intereses. La narrativa del Gobierno Federal se ha visto completamente rebasada; la cereza del pastel que era la reforma energética se desplomó por los bajos precios del petróleo, qué decir de la reforma educativa y fiscal, o incluso temas más recientes como el matrimonio igualitario y el sistema nacional anticorrupción.
Ante elecciones cada vez más cerradas, si se quiere ganar, es necesario tener un candidato preparado, carismático y con principios, que garantice unidad. Que cuente con un equipo profesional, así como con una propuesta clara, alcanzable y convincente, al mismo tiempo, contar con recursos suficientes pero sobre todo, debe de entender los nuevos tiempos electorales y no tratar de ganar haciendo lo mismo de siempre.
La sensación actual de los priístas es de incertidumbre y de preocupación, saben que tienen un Presidente que está completamente aislado, que cada día pierde más popularidad, que está rodeado por un equipo que está empezando a saltar del barco. Las elecciones del 2017 en Estado de México, Nayarit, Coahuila y Veracruz, que representan en su conjunto casi un cuarto de la lista nominal, serán un elemento más para descifrar el 18, pero no el definitivo. Ellos ven que el 18 ya está a la vuelta de la esquina y que no hay uno de ellos que garantice el triunfo.
A pesar de todo, el PRI no debe caer en el derrotismo, hay que reconocer que fue el partido más votado en 2016, de los 14.63 millones de votos, obtuvo 4.34 millones, está gobernando a 50 millones de mexicanos; por otro lado, en los Estados en los que perdió, se mantiene como la segunda fuerza. El gran problema es que el PAN se acercó mucho hasta llegar a 4.32 millones de votos y que, además, a los aliados tradicionales del PRI no les fue bien.
De los 12 Estados en donde se renovaron los Congresos Locales, el PRI seguirá siendo mayoría en 7; de los 262 ayuntamientos en juego, el PRI tendrá 207; esto no es una derrota permanente para el Revolucionario Institucional, sino un momento para detenerse y reflexionar.
Mientras tanto, los panistas están eufóricos, motivados; la sonrisa de Ricardo Anaya parece imborrable, ya que junto con Margarita Zavala se posicionan para el 18; sin embargo, tiene los mismos problemas, su excesiva confianza impide ver sus limitaciones, acercándose al peligroso canto de las sirenas.
A cinco meses del proceso electoral nuestra democracia aparentemente se consolida, los contrapesos son más evidentes y, por primera vez, Quintana Roo, Tamaulipas, Veracruz y Durango sabrán qué es ser gobernado por un partido diferente al PRI. En tanto, sigue el enigma entre PRI, PAN, PRD y los otros, por definir un candidato que compita contra López Obrador en 2018. Las cartas se están repartiendo muy rápidamente y como siempre en política: todo puede pasar.