El próximo martes 8 de noviembre Estados Unidos define quién será su próximo presidente o presidenta, que se encargará de suceder a Barack Obama.
Es un proceso trascendente para México por la vecindad con Estados Unidos, y por la amenaza que representa Donald Trump, en términos de sus múltiples y paranoicas propuestas: construir un muro en la frontera, que ya existe; renegociar el Tratado de Libre Comercio (TLC), que será modificado independientemente de quien gane; aumentar los aranceles a productos mexicanos; limitar el flujo de inmigrantes indocumentados y más deportaciones; e imponer barreras proteccionistas a su planta productiva: mejores empleos para sus principales sindicatos; limitar las inversiones de la industria manufacturera automotriz para limitar la entrada de productos japoneses, chinos, europeos y mexicanos; entre otros puntos.
De acuerdo a los últimos sondeos aplicados a población abierta a todos los ciudadanos durante los últimos 10 días, y más aún, a raíz del anuncio del Buró Federal de Investigación (FBI) de reabrir los expedientes sobre los correos de Hillary Clinton filtrados de manera ilegal a la prensa, Donald Trump alcanzó y estrechó la ventaja que suponíamos había consolidado Clinton después de los debates públicos. En promedio, considerando todos los sondeos publicados, Hillary Clinton tiene 45% de las preferencias contra 43% de Donald Trump; es decir, está dentro de los márgenes de error, lo que supone un final de fotografía, inclusive, asegura un conflicto poselectoral si las elecciones terminan así de cerradas.
Como era de esperarse, el pánico se apoderó de los mercados, de políticos y empresarios, dentro y fuera de estados Unidos, y ha generado, además, una serie de posicionamientos a favor de la candidatura de Hillary Clinton desde esferas impensables: empresarios mexicanos y extranjeros, cineastas, actores, deportistas; en fin, y hasta de Diputados locales y nacionales que vaya, verdaderamente me sorprende que hagan algo más allá de lo que les indican sus líderes parlamentarios.
Puede suceder que Trump gane, estimados lectores, pero si nos atenemos a estos sondeos que lo favorecen, estamos lejos de ser precisos y me temo que si se impone la razón, Clinton será la Presidente de Estados Unidos, aún y con un serio conflicto poselectoral. Permítame explicarles porqué las encuestas a población abierta no son un referente confiable. Van cuatro apuntes:
Primero. El Colegio Electoral norteamericano es sui géneris. El sistema electoral estadunidense y su colegio electoral en el que cada estado otorga al ganador todos sus votos electorales han hecho de las campañas ejercicios de diseño matemático preciso. Por lo mismo, las encuestas de voto popular importan poco. Se puede ganar el voto popular y perder la presidencia, como Al Gore. Hoy en día, el compilado de encuestas por estado tiene a siete estados en el centro de la batalla. Nevada, Utah, Arizona, Florida, Iowa, Ohio y Carolina del Norte. En éstos la batalla está muy cerrada. Normalmente los candidatos estarían pasando la mayor parte de su tiempo en esos estados. Pero esta no es una elección normal. Porque según las encuestas disponibles, aún y si Donald Trump ganara todos los estados mencionados líneas arriba, se quedaría por debajo los 270 votos necesarios. https://www.archives.gov/federal-register/electoral-college/allocation.html
A diferencia de lo que ocurre en México, en EU no se define quién será el ganador con un conteo general de los votos de los ciudadanos en todo el país. Con el llamado voto popular. En Estados Unidos, los candidatos compiten para ganar “electores”, que son representantes del voto de los ciudadanos en cada estado, y que integran el llamado Colegio Electoral. Cada estado (y el Distrito de Columbia) tienen asignado cierto número de electores o votos electorales. Se define cuántos tiene cada estado a partir de la cantidad de representantes que tiene en el Congreso. Los estados con más habitantes cuentan con más votos electorales.
En este escenario, para ganar, Donald Trump necesita voltear un estado que hoy está, según todas las encuestas, decidiendo por Hillary. Por eso es que Trump se ha aparecido en estos días en Míchigan, Nuevo México, o Pensilvania. Es por lo mismo que Hillary se ha concentrado en los estados indecisos, porque sabe que llevándose uno de esos, fuerza a Trump a voltear dos de los que parece tener amarrados o con apoyo más suave, tal vez Wisconsin y sus 10 votos electorales. Aunque hasta las 10 de la noche del martes, cuando hayan cerrado las casillas de la costa oeste, las agencias y las televisoras “cantarán” un ganador; y, la verdad, es que en el cierre de las 8 de la noche, según las encuestas de hoy, Hillary podría andar arriba de los 220 votos electorales, que sumados a los 55 de California podrían tener la elección resuelta. Es decir, Trump la tiene en chino. No imposible pero muy complicado. Un milagro parece ser el que necesita. http://www.cabaret.mx/2016/11/05/la-grafica-del-dia/
Segundo. Qué pasa si ningún candidato consigue los 270 electores o si hay empate en algún estado. Si eso llegara a ocurrir, la Cámara de Representantes de Estados Unidos sería la encargada de votar quién será el próximo presidente, entre los dos principales candidatos que se postularon. Si hay un empate en el voto popular de un estado, para definir quién se queda con los electores, se seguirá el procedimiento establecido en la legislación de cada entidad, hasta establecer un ganador. Ahí Clinton las lleva de ganar todas.
Tercero. La elección de 2016 pasará a la historia como la más controvertida en décadas, dada la contienda entre dos candidatos defectuosos, y los más impopulares que se hayan visto en mucho tiempo. El último escándalo, a 12 días de la elección, es meramente una estrategia republicana para recuperar escaños que sienten perdidos en el Senado y el Congreso. James Comey, director del FBI, notificó al Congreso que “reabre” la investigación por los correos de Hillary Clinton, pues encontró miles en la computadora personal de Anthony Weiner, marido de Huma Abedin que ha sido la mano derecha de Hillary Clinton por años. En ese caso, estaríamos presenciando otro ejemplo lamentable de criminalización de la política, que como caso Irán-Contras o Watergate, debilitará a la democracia estadounidense. Una entidad investigadora, como el FBI, sólo debe proveer elementos a la Procuraduría para que decida si inicia o no querella.
Cuarto. El Congreso y el Senado son clave. Las elecciones primarias cuentan más para el colegio electoral a la hora de elegir presidente; es decir, lo que está en juego es quien acompañará en el Legislativo al próximo presidente. Por eso, la pasarela en los diferentes estados de ambos candidatos y la definición de sus Vicepresidentes contó mucho para apaciguar las aguas y repartir las posiciones necesarias en cada estado. En este escenario, más de 23 millones de estadounidenses ya votaron, y difícilmente veremos que la investigación provoque un viraje definitivo en la intención de voto, en la magnitud que Trump necesitaría para ganar Nevada, Florida, Ohio, Iowa y Carolina del Norte, entre otros. Sigo pensando que Clinton será la próxima presidenta. Sin embargo, es posible que este evento sí tenga impacto en algunas contiendas reñidas para el Senado y el Congreso, incrementando la probabilidad de que los republicanos mantengan control de ambas cámaras.
Finalmente, lo que sí va pasar, estimados amigos, gane quien gane la contienda (insisto en que será Hillary Clinton), el próximo presidente de los Estados Unidos de Norteamérica va a estar abrumado por procesos jurídicos costosos e irrelevantes. Todo dependerá de cuál partido acompañe al presidente desde el poder legislativo, eso es lo que está en juego el día 8 de noviembre de 2016.
@leon_alvarez