No me sorprende, como a muchos, el cambio de discurso de López Obrador en pos de su tercera contienda por la presidencia de la República. Creo que estamos en la antesala de una verdadera oportunidad de escuchar, ver y analizar en su justa dimensión, los alcances de una propuesta distinta a la que nos han recetado PRI y PAN en los últimos años.
López Obrador entiende por qué la gente está enojada y propone algunas soluciones razonables aunque otras siguen siendo francamente demagógicas; no obstante, puso en la mesa un enorme reto para los otros presidenciables: un programa “general” de propuesta de gobierno.
Y no se equivoca. Los ejes de su propuesta parten de lo que más indigna a la gente: la corrupción, los abusos de poder, el dispendio del dinero público y el “robo en despoblado” desde el gobierno. Insisto, un enorme reto para PAN y PRI.
La enorme desigualdad evidente en nuestro contexto social, político y económico, así como el fracaso de los medios de comunicación siendo comparsas de las élites que controlan el gobierno, las empresas y los sindicatos, han quedado al desnudo aquí y en muchos países. La posibilidad de informarse o desinformarse en tiempo real y acceder a las noticias desde cualquier teléfono abrieron un nuevo capítulo en la democracia.
Las nuevas tecnologías y las redes sociales zanjaron el paso del monopolio de la “verdadera opinión pública” y han permitido observar el evidente fracaso y los excesos de quienes nos gobiernan. Por ejemplo, en este preciso momento: ¿Cómo justificar a un funcionario como Luis Miranda al frente de una Secretaría tan poderosa y con tantos recursos como lo es Desarrollo Social? Y eso que solo se trata del caso más reciente.
A fuerza de insistir, de machacar “con la misma cantaleta” si usted así lo concede, de ser acusado hasta de “loco” y de ser “un peligro para México”; como otros líderes políticos, López Obrador se está consolidando como el candidato “anti-sistema” de México en un contexto donde el electorado rechaza cada vez más a la clase política tradicional.
Es un riesgo, dicen unos (¿Para quién o quiénes?); es una oportunidad de cambio, argumentan muchos. Soy de los que piensan que hacer cambios para que todo siga igual no sirve de mucho y menos cuando el país no genera condiciones para que haya crecimiento económico y prosperidad para importantes franjas de la población. Independientemente de la pobreza, los últimos 15 años han ido destrozando a la clase media educada y mejor capacitada.
Parto de una frase que en lo particular abre un abanico de oportunidades y muestra que no está “tan loco” como lo califican: “Se mantendrán equilibrios macroeconómicos, se respetará la autonomía del Banco de México y se promoverá la inversión privada nacional y extranjera. Nuestra propuesta consiste en aplicar una política de cero endeudamiento y baja inflación, aparejada a una estrategia de crecimiento para promover la creación de empleos y el bienestar”.
¿Esto es distinto de lo que a Banco de México persigue o hace actualmente? Evidentemente, está moderando su discurso con el fin de desactivar el miedo que genera en algunos segmentos de la población. No desdeñemos quien está detrás de sus propuestas económicas. A final de cuentas es un personaje político pragmático que está en campaña pero que no está prometiendo tonterías.
Bienvenidas nuevas alternativas. Estamos en la antesala de una verdadera oportunidad de escuchar, ver y analizar en su justa dimensión, los alcances de una propuesta distinta a la que nos han recetado PRI y PAN en los últimos años. No me sorprende, como a muchos, el cambio de discurso de López Obrador.
@leon_alvarez