Pudiera entenderse por qué grupos afines y antagónicos dentro del PRI permanecen impávidos, quietos, observando, sin inmutarse, cómo desde la presidencia de la República su presidente se hunde con 12% de desaprobación (Reforma) y 9% (Ulises Beltrán); sin embargo, no me explico por qué están dejando que el partido se hunda. ¿Se acerca el fin, ahora sí, de este régimen institucional?
En este contexto, las elecciones del próximo mes de junio son importantes porque son la antesala de los comicios de 2018. Se elegirá un nuevo presidente y se renovarán ambas cámaras del Congreso de la Unión (cuyos nuevos integrantes podrán ser reelectos consecutivamente a partir de 2021 para diputados y 2024 para senadores). Adicionalmente, puede ser el año en el que se consolide Morena como la tercera fuerza política a nivel nacional.
¿Qué está en juego? Tres gubernaturas: Estado de México, Coahuila y Nayarit, así como 212 ayuntamientos en Veracruz. Asimismo, la fortaleza de los principales partidos para la elección presidencial de 2018. Quien gane la gubernatura del Estado de México tendrá un impulso político significativo (y también presupuestario); si la pierde el PRI será un revés simbólico y casi fatal: detonaría la expectativa de que ese partido camina a la derrota en 2018.
Entre las cuatro entidades acumulan el 23.3% de la lista nominal de electores de todo el país. En el Edomex, siendo la entidad más poblada y con mayor presupuesto, podrán salir más personas a votar, pues cuenta con 10.8 millones de electores (INE, 2016).
Coahuila y el Estado de México nunca ha sido gobernadas por otro partido diferente al PRI. En Coahuila este partido enfrentará el fantasma de la corrupción, como ocurrió en Chihuahua y Veracruz en 2016. La sombra de presunta corrupción y endeudamiento que dejó Humberto Moreira, quien gobernó ahí entre 2005 y 2011, así como las revelaciones que ha hecho el diario Reforma de presuntos acto de corrupción del gobierno actual a través de empresas fantasmas (semejante a Veracruz), pueden ser el flanco que corroa la fuerza del PRI y lo lleve a la derrota.
El Estado de México merece un análisis aparte. Es un caso diferente porque ahí el PRI es muy poderoso y enfrenta a partidos de oposición que han sido incapaces de construir una coalición con un candidato atractivo (aunque no debe descartarse hasta que venza el plazo de registro el 23 de enero). Después de sus malos resultados en las elecciones de 2016, el PRI se juega su bastión más importante. El partido mantiene la delantera en intención del voto y el propio presidente de la República (quien gobernó la entidad entre 2005 y 2011) será el coordinador de facto de la campaña y quien decida al candidato.
Por su parte, Nayarit solamente ha experimentado una alternancia en 1999 cuando una alianza de varios partidos (incluidos PAN y PRD) logró la victoria con un expriista a la cabeza, cuyo gobierno ha sido señalado por mediocre y corrupto. Obviamente, seis años después el PRI recuperó el poder y ha gobernado la entidad desde entonces. Nayarit es el único de los estados con elecciones en 2017 donde se ha observado alta competitividad electoral. El actual gobernador, Roberto Sandoval (PRI), obtuvo la victoria por una diferencia de 7 puntos, pero su antecesor, Ney Sánchez (PRI), apenas tuvo una ventaja de 4 puntos frente a su contrincante Miguel Ángel Navarro, de la alianza PRD-PT-PRS. En contraste, el PRI ha disfrutado victorias holgadas en el Estado de México y Coahuila. En 2011, Eruviel Ávila ganó con una diferencia de 41 puntos frente a Alejandro Encinas y, el actual presidente, Enrique Peña Nieto obtuvo 23 puntos de ventaja. Este año, ese panorama podría cambiar.
Dada la animadversión actual por Enrique Peña Nieto y su gabinete, y la coyuntura económica, política y social tan incierta y agitada que vivimos, tanto por factores internos y externos, estas elecciones son importantes porque son la antesala de los comicios de 2018.
¿Se acerca el fin, ahora sí, del régimen priísta?
¿Se consolidará Morena como la tercera fuerza política a nivel nacional?
Si Morena obtiene buenos resultados, Andrés Manuel López Obrador saldría fortalecido para la contienda presidencial. Esto pondría al PRD ante la disyuntiva de continuar sus alianzas con Acción Nacional o reintentar (con la humillación que ello implica) que AMLO los acepté como aliados. El PRI, por su parte, estaría condenado a convertirse en un partido morralla con tendencia a la desaparición.
¿Será?
@leon_alvarez