El contenido del concepto el poder tras el trono es tan viejo como la política misma. Se refiere a la persona o el grupo que sin tener un cargo de autoridad formal –sin sus prerrogativas y responsabilidades- es quien, en la práctica, toma las decisiones, ejerce el poder y recibe sus beneficios. Un ejemplo clásico que, entre otros, suelo utilizar como ejemplos de la vida política del México contemporáneo, es el cardenal-duque de Richelieu, el fraile capuchino que fue primer ministro de Luis XVII. Richelieu jugó un papel mayor que el de primer ministro: influyó en la toma de decisiones al punto de ser él, y no el Rey, el verdadero hacedor de la política del Estado francés.
En el caso de la política mexicana, el ex presidente Carlos Salinas de Gortari se ajusta a esta caracterización de los poderes formales y reales, y ha desempeñado tal papel desde su retorno en 2005 de esa especie de exilio que se impuso, o le impusieron, durante el gobierno de Ernesto Zedillo.
En varias ocasiones Andrés Manuel López Obrador ha sostenido que Salinas fue personaje central en la maquinación para impedir que él, en su calidad de candidato de la izquierda y favorito en las encuestas, triunfara en la elección del 2006. De acuerdo con su versión, Salinas sigue siendo uno de “los que mandan” en México. Por su parte, Carlos Ahumada, el ex contratista del gobierno capitalino en el Libro Derecho de Réplica ha escrito con detalle la manera en que Salinas intervino en 2004 para lograr que las videograbaciones hechas por él al momento de entregar dinero a personas cercanas a Andrés Manuel López Obrador llegaran al gobierno, a Televisa, y se difundieran de manera que lograran hacer el mayor daño a su imagen. De hecho, si somos juiciosos, esta situación explica de manera más que elocuente la posición de Rosario Robles en éste sexenio y durante la campaña de Enrique Peña Nieto, inclusive.
Por otro lado, está ampliamente documentada la forma como Carlos Salinas movió a los suyos dentro del PRI para hacer que el expresidente Miguel de la Madrid, aduciendo una supuesta incapacidad mental, se retractara públicamente de lo que había declarado a Carmen Aristegui entorno de su sucesor y sus hermanos: su falta de honradez en el manejo de los recursos públicos durante el sexenio 1988-1994 y sus posibles ligas con el narcotráfico.
Ahora bien, si fijamos la vista en las élites, una buena parte de la historia política mundial puede explicarse por la influencia de “poderes tras el trono” a veces como el simple resultado con su cercanía al personaje en posición de mando –esposas, amantes o amigos con derecho de picaporte- reforzada por la mezcla de los caracteres del influyente –el fuerte- y de los influidos –el débil-. Lo anterior no tendría sentido si analizamos los diferentes grupos de poder o élites que acompañan al gobierno de desde distintas esferas. Dos ejemplos actuales: primero, el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), desde el sector educativo y con un partido político PANAL listo y engrasado para hacer sentir el sentido de “justicia magisterial”, por ejemplo. Le suena la Maestra Elba Esther Gordillo, un producto “político” precisamente de Carlos Salinas de Gortari para desplazar a Carlos Jonguitud Barrios en abril de 1989. Falta ver cómo se resuelve la reforma educativa, tan exitosa para Aurelio Nuño y cómo el Magisterio reacciona ante las circunstancias.
Segundo ejemplo, le suena el Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana (STPRM) y, por supuesto, le parece familiar el nombre de Carlos Romero Deschamps, “otro” producto de Carlos Salinas de Gortari, pero este para desplazar a Joaquín Hernández Galicia «La Quina». Igual que con los maestros, falta ver cómo los trabajadores petroleros se comportan en la siguiente elección luego de la reforma energética y el desmantelamiento de PEMEX, “supuestamente” la gallina que dejó de poner huevos de oro.
No es que nos envolvamos en las teorías de la conspiración y que todo lo veamos con pesimismo y color negro –y ni siquiera son mis córneas defectuosas-; es, simplemente, un reconocimiento de las circunstancias que están detrás de las decisiones políticas que nos afectan a todos. Hoy, en materia de responsabilidad política, si bien no estamos de regreso hacia el Siglo XIX, tampoco estamos donde podríamos o deberíamos estar: nos sobran muchos poderes tras el trono, muestra, en resumen, de la debilidad institucional de nuestra política. Hacen falta políticos… pero de los buenos.
Abrazo y feliz 2018 les deseamos desde El Cabaret Itinerante!!!
@leon_alvarez