Desde la teoría clásica del comercio internacional, economistas influyentes como Adam Smith, Thomas Malthus, David Ricardo y el contemporáneo premio Nobel de Economía, Paul Krugman, han fundamentado que la ventaja comparativa, que defiende el comercio internacional libre y responsable contribuye al crecimiento económico y a la distribución democrática de la riqueza, el factor más importante para atenuar la pobreza.
En la arena mundial, las experiencias de Corea del Sur, que liberalizó sus políticas comerciales en la década de los 60’s, de Chile en los 70’s y México en la de los 90’s, demuestran con claridad que las economías con políticas comerciales más abiertas tienen mejores resultados que las que tienen políticas más restrictivas o proteccionistas. En la historia más reciente, la apertura comercial también ha funcionado, con diferentes áreas de oportunidad, para los países como Brasil, Rusia, India, Indonesia, China y Sudáfrica (el bloque de países conocidos como BRIICS). Los segmentos más abiertos éstos últimos han actuado lo mejor posible, y en conjunto han reducido de manera considerable su protección fronteriza ampliando así sus exportaciones mucho más rápido que los países desarrollados dominantes.
La Organización Mundial del Comercio (WTO, por sus siglas en inglés), en un documento titulado “Tendencias del comercio mundial: panorama de los últimos 10 años” estima que:
- Más de la mitad de la exportación de mercancías proviene de los países de Asia y América Latina (casi todos países en desarrollo).
- El comercio de mercancías entre economías en desarrollo ha aumentado el 41% al 52% de su comercio global en los últimos 10 años.
En el sector primario (agricultura), donde se concentra la mayoría de las condiciones de pauperización, se calcula una disminución de 75% en aranceles y subsidios que aumentarían los ingresos de los países en desarrollo en alrededor de US $23 billones, con un incremento del 0.3% en el PIB en África Subsahariana, el Sur de Asia y en América Latina. De un beneficio calculado en US $ 97 billones ocasionado por un mejor acceso a mercados no agrícolas, US $ 68 billones irían a países en desarrollo.
Se calcula que un acceso totalmente ilimitado a los mercados de Estados Unidos, la Unión Europea, Japón y Canadá beneficiaría al África Subsahariana en forma considerable, induciendo un aumento de 14% en las exportaciones no petroleras e incrementando el ingreso real en 1%, aproximadamente. Los beneficios de los países en desarrollo son más grandes si se comprometen a hacer reducciones más a fondo en sus propios aranceles.
Los países en desarrollo estarían entre los principales beneficiarios potenciales de la liberalización de servicios, como exportadores e importadores a la vez. Y se calcula que en dichos países podrían obtener alrededor de dos tercios de los beneficios potenciales del Acuerdo de la Ronda de Doha para facilitar el comercio.
La política comercial sola no garantiza el desarrollo ni la disminución de la pobreza. Las repercusiones del comercio y de la liberalización comercial no son uniformes, y diversos segmentos de la población han sido afectados de diferentes maneras: Hay ganadores y perdedores.
La apertura del mercado debe ir acompañada de entornos macroeconómicos estables, mercados laborales flexibles y la creación de instituciones que permitan a la mano de obra y al capital pasar de áreas de actividad en deterioro a las que estén en expansión; de redes de protección social, mejor educación y capacitación, además de fortalecer los derechos de propiedad para atacar las causas subyacentes de la pobreza.
Mejorar la educación es de particular importancia. Hay pruebas de que la liberalización comercial se relaciona con una desigualdad descendente en los países que están bien provistos de trabajadores que cuentan con estudios de primaria. En China se ha descubierto que un año extra de escolaridad aumenta las posibilidades en 14% de que un trabajador encuentre trabajo en actividades no agrícolas.
En conclusión, el comercio internacional participa en una estrategia más amplia para incrementar la capacidad productiva de un país y para aumentar la prosperidad de sus ciudadanos. Facilita la disponibilidad de tecnología, los conocimientos técnicos, los productos y los servicios. Aumenta las opciones de productos y servicios a costo más bajo.
Pero los mercados abiertos requieren inversiones paralelas en capital humano (educación, salud y nutrición), y en infraestructura física, acceso al crédito y asistencia técnica, así como redes de protección social y políticas para promover la estabilidad.
Hoy el debate está en la renegociación del TLCAN, ayer El Cabaret (www.cabaret.mx) en su Columnas de Columnas mencionaba un artículo de Luis Rubio, donde se concluía que: “El TLC fue mucho más que un acuerdo comercial y de inversión: fue una ventana de esperanza y oportunidad”.
Esperemos que así sigan siendo y que nuestros insignes negociadores (Secretario de Economía y el de relaciones Exteriores) hagan con decencia y profesionalismo su trabajo ante los tiburones del gobierno encabezado por Donald Trump.
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Luis de la Torre