Queda claro que empezamos el año muy mal: el gasolinazo y los subsecuentes saqueos y manifestaciones generalizadas, junto con el arribo de Trump a la presidencia de Estados Unidos, nos pusieron a todos de mal humor. El pesimismo se vio primero en el peso mexicano cuando el tipo de cambio “fix” alcanzó 21.9076 el 11 de enero. Posteriormente vimos un desplome sin precedente en las confianzas del consumidor y empresarial. Las percepciones sobre la situación actual y futura de la economía del país registraron niveles de pesimismo abismales, incluso muy por debajo de los peores momentos de la Gran Recesión de 2008-2009. Todos revisaron sus expectativas de crecimiento a la baja y veían un aumento significativo en las probabilidades de una recesión.
Tres meses después el tipo de cambio se ubica en 18.4863, ya por debajo del promedio de 18.6943 del año pasado e incluso en niveles que prevalecían antes de las elecciones de Estados Unidos. La confianza del consumidor rebotó en febrero y marzo, casi reponiendo la caída de enero, mientras que la empresarial mostró una mejoría todavía mayor. Todavía existe cierto escepticismo, pero esa percepción negativa extrema de enero se está desvaneciendo. Las probabilidades de una recesión han disminuido significativamente, mientras que por primera vez (en 16 meses) vimos una revisión hacia arriba en las expectativas de crecimiento para 2017, de 1.4% en marzo a 1.55% en abril, en la Encuesta Mensual de Expectativas del IMEF. Claramente, hubo una sobrerreacción del mercado ante los acontecimientos de principio de año.
El gasolinazo en enero quedará como uno de los errores más grandes de este sexenio. Sin embargo, el impacto ya se asimiló y el enojo ha bajado. La incertidumbre que representaba Trump para el futuro del TLCAN también ha disminuido, al ver primero que no sería tan catastrófica una posible salida de Estados Unidos y segundo, que las opciones que se presentaron a principios de año no son tan amplias. Ahora vemos que México no tiene tanto que perder ante una eventual renegociación y que es altamente probable que subsista la relación comercial entre vecinos.
De hecho, hemos observado una recuperación en la producción manufacturera de Estados Unidos en los últimos meses, después de casi dos años de estancamiento. La disminución de 0.4% de marzo fue la primera tasa negativa en seis meses y aun así el promedio de los primeros tres meses del año se ubica 1.0% por encima del promedio de 2016. Sin embargo, todavía más importante, ya vemos una clara tendencia alcista en las exportaciones de Estados Unidos a pesar de la fortaleza de su moneda. Esto implica una mayor demanda por insumos mexicanos. De hecho, ya vemos una tendencia alcista de la producción manufacturera mexicana y finalmente, crecimiento en nuestras exportaciones. Esto es vital, ya que han sido nuestro principal motor de crecimiento de las últimas dos décadas. Lo que parecía que iba ser fatal a principios de año, no se materializó.
No obstante, no todo marcha bien. La inversión privada todavía muestra estancamiento y cierto escepticismo. La construcción no residencial se desplomó a mediados del año pasado y no da señales de recuperación. Las obras de ingeniería civil, cuyo ímpetu es la inversión pública, sigue (y seguirá) a la baja ante los problemas de consolidación fiscal que enfrenta el gobierno. La semana pasada precisamente comenté en este espacio el tema de la obra pública con inversión gubernamental y privada que va en picada.
En este mismo sentido está la Inversión Fija Bruta, que representa los gastos realizados en maquinaria y equipo de origen nacional e importado, así como los de construcción, registraron una disminución real de -0.8% en febrero de 2017 frente a la del mes inmediato anterior. Por componentes, los gastos en construcción se redujeron -1.3% en términos reales; mientras que los de maquinaria y equipo total no mostraron variación en el segundo mes de este año respecto al mes previo. En su comparación anual, la Inversión Fija Bruta retrocedió -2.5% en términos reales en el mes en cuestión. A su interior, los gastos en construcción descendieron -4.1%; en tanto que los de maquinaria y equipo total aumentaron 3.7% con relación a febrero de 2016.
En este contexto, la clave para el crecimiento económico de este año como ha venido siendo en los últimos años será el consumo de los hogares, que ya enfrenta una desaceleración constante. Aunque los últimos datos confirman que es el consumo de bienes y servicios de origen nacional lo que crece, mientras que los bienes de consumo importados se ha estancado desde hace más de un año, la parte endeble de la ecuación es el ingreso disponible de las familias. Si bien ha aumentado el empleo, es en su mayoría de muy baja remuneración, mientras que el aumento en la inflación en los primeros tres meses del año ha sido sumamente perjudicial. No hemos visto los cambios de hábito que muestran los consumidores ante una crisis, pero sí una adaptación a una pérdida en su poder adquisitivo. El mercado interno sigue siendo el reto.
@leon_alvarez