Columna de columnas nacional (20 sep 17)

Desde la redacción de @loscabareteros ponemos a su consideración la “Columna de columnas nacional” del miércoles 20 de septiembre de 2017. ¿Cómo se mide la magnitud de un sismo?: por la solidaridad de sus habitantes y la respuesta de las autoridades. La lección no es que Dios esté enojado, sino que debemos dejar atrás la autocomplacencia. La tragedia de ayer ha sido durísima, pero ni los daños son similares ni lo es el número de víctimas y damnificados. La reacción de las autoridades, las federales, las de la Ciudad de México, las de Morelos y Puebla, ha sido oportuna y rápida…

¿Cómo se mide la magnitud de un sismo?

En Reforma, la columna trascendidos, Templo Mayor, destaca lo siguiente: “En la Ciudad de México se mide por la respuesta de las autoridades, por la solidaridad de sus habitantes, por la saturación de las redes, por el número de víctimas, por los daños materiales, por la huella que deja. Otra vez en 19 de septiembre; otra vez el susto, el terror, la tragedia. Pero a diferencia de 1985, esta vez no hubo un divorcio entre el gobierno y la sociedad. Al contrario: se desplegaron por igual elementos federales, capitalinos y ciudadanos para auxiliar a los damnificados, remover escombros o, al menos, agilizar el tránsito en medio del caos. Dado que los temblores no se pueden predecir, sólo quedan dos cosas por hacer: estar preparados y atender rápido la emergencia. En un primer balance, se puede decir que ambas cosas ayer se cumplieron”.

http://www.reforma.com/aplicaciones/editoriales/editorial.aspx?id=120400&po=3

Nuevo sismo

Sergio Sarmiento, en Reforma, escribe acerca de las nuevas lecciones que debemos aprender: “Cada terremoto es distinto. La simple magnitud no nos dice todo. La ubicación y profundidad del epicentro, la cercanía o lejanía de las placas tectónicas, la suavidad o dureza de los suelos, y la manera en que se propagan sus ondas son factores que tienen mucho que ver con los daños en la superficie. El sismo del 7 de septiembre fue de 8.2 grados, el de mayor intensidad en el país en cuando menos 100 años. El epicentro se ubicó en el mar, a unos 130 kilómetros de Tonalá, Chiapas. La distancia a la Ciudad de México era mayor a los 700 kilómetros. Los daños más importantes se registraron en Oaxaca, en el Istmo de Tehuantepec, debido a la forma en que se expandieron las ondas. Este movimiento telúrico dejó un centenar de muertos, pero era una cifra que parecía pequeña en comparación con los sismos de 1985, en los que se calcula murieron entre 3,192 y 20 mil personas. Mucha gente se congratuló de los pocos daños que el terremoto del 7 de septiembre había causado. Claro que se referían a daños en la Ciudad de México. Escuché decir con arrogancia que ya habíamos aprendido y podíamos resistir cualquier sismo. La naturaleza, sin embargo, tiene siempre formas de darnos lecciones. El sismo de 7.1 grados de ayer nos recordó nuevamente nuestra fragilidad. El epicentro se registró a sólo 120 kilómetros de la Ciudad de México y esto hizo que se sintiera con mayor fuerza. En redes sociales algunos cuestionaban la medición del Sismológico Nacional y afirmaban que el terremoto tenía que haber sido mayor a 9 grados. La ignorancia científica es enorme. En realidad, el mensaje es que tenemos que mejorar nuestro conocimiento de la naturaleza. Buena parte del territorio nacional está sujeto a movimientos telúricos y se encuentra en el paso de los huracanes del Atlántico y del Pacífico. Vamos a tener sismos importantes cada determinado tiempo, así como tormentas e inundaciones. (…) La lección no es que Dios esté enojado, sino que debemos dejar atrás la autocomplacencia. Ni el sismo del 7 de septiembre ni otros anteriores demostraban que ya somos invulnerables. Si un sismo de 8.2 grados, como el del 7 de septiembre, hubiera tenido lugar no a 700 kilómetros sino a 120 de la Ciudad de México estaríamos lamentando quizá una destrucción mayor que la de 1985. (…) Debemos aprender a convivir con terremotos y huracanes, y prepararnos siempre para lo peor. ¿Quién habría pensado que el día que recordábamos con un macrosimulacro el sismo del 85, un nuevo terremoto nos recordaría nuestra fragilidad? No sé si Dios está enojado, pero quizá haya querido darnos una lección… con un toque de ironía”.

http://www.reforma.com/aplicaciones/editoriales/editorial.aspx?id=120402&po=3

La hora de la reconstrucción y el acuerdo

En Excélsior, Jorge Fernández Menéndez, destaca que la tragedia de ayer no es ni con asomo como lo ocurrido en 1985: “Pero en 1985, con un sismo de similar intensidad y características, tuvimos, según las cifras más verídicas (nunca se supo el número real), unos nueve mil muertos. Según el registro civil capitalino fueron tres mil 600, pero el gobierno del DF tuvo registrados por lo menos otros seis mil. La cantidad de edificios y casas derrumbadas y dañadas sumaron miles, incluyendo el Hospital General e instalaciones estratégicas. Se perdieron estaciones de radio, estudios de televisión, fábricas y escuelas. El daño fue terrible y el número de damnificados también. Miles y miles. El cambio político que generó el sismo ante la parálisis de las autoridades fue inigualable. La tragedia de ayer ha sido durísima, pero ni los daños son similares ni lo es el número de víctimas y damnificados. La reacción de las autoridades, las federales, las de la Ciudad de México, las de Morelos y Puebla, ha sido oportuna y rápida. Paradójicamente, el haber realizado un simulacro unas horas antes del sismo logró tener a la gente más consciente de qué hacer, aunque también disparó la sicosis. Pero insistimos, pese a toda la tragedia, en estos temas hemos avanzado. No sólo porque los daños han sido mucho menores, sino también porque la infraestructura nueva, la que reemplazó aquella derruida en 1985, soportó y soportó bien el sismo del 7 de septiembre y el de ayer, la mayoría de los daños ha sido en edificios viejos. ¿Alcanzará para evitar una crisis política como la que generó el sismo de 1985? Quién sabe, dependerá en mucho de la actuación de las autoridades más allá de las labores de rescate”.

http://www.excelsior.com.mx/opinion/jorge-fernandez-menendez/2017/09/20/1189551

La ciudad se humaniza

Eduardo Huchim escribe en reforma una crónica sobre la tragedia del día de ayer: “Quisieron los dioses del Anáhuac jugarles una mala pasada a los capitalinos-chilangos y, cuando recordaban a las víctimas del gran sismo de 1985, les mandaron un terremoto, devastador para una amplia porción de la Ciudad de México. -Hay que declarar el 19 de septiembre día de asueto nacional, para que ese día todos nos vayamos a Mérida, que es adonde hay que ir cuando se acabe el mundo y donde, además, no tiembla -me dice un vecino de la Colonia del Valle, horas después del sismo que dañó su departamento y mucho más el edificio donde vive. Lo dice en medio de los vecinos que, espantados por el terremoto más fuerte que se ha sentido en esa zona de la ciudad -o al menos eso nos pareció a algunos-, salieron corriendo a la calle. Y cuando escribo estas líneas todavía son huéspedes de la acera porque se quedaron sin energía eléctrica y aguardan temen las réplicas sísmicas y porque esperan la visita de los bien amados especialistas de Protección Civil para escuchar de ellos que los daños son o no estructurales y sus viviendas son o no habitables. -Gracias a Dios, el edificio no se cayó -comenta una vecina mientras se persigna. -Yo preferiría agradecerle a Dios -si existe- que no se enfureciera, como dice Sabines, y dejara de mandar terremotos, agrega el infaltable agnóstico. -¿No tendrán relación con esto las pruebas nucleares de Corea del Norte? -aventura otro vecino. -No -apunta el vecino político-, es que a este gobierno no le sale nada bien. Mira que tener dos grandes sismos en el mismo mes. Hay en las palabras de los vecinos atisbos de buen humor que me recuerdan que los mexicanos somos diestros en sonreír incluso ante el drama y la tragedia. La tragedia tuvo este martes su expresión en alrededor de 150 muertos, cuyo número probablemente aumentará con el transcurrir de las horas, y exhibió lo mejor y lo peor de la sociedad capitalina. Resulta execrable que, aprovechando el drama, el temor y el desasosiego, en la Ciudad de México haya habido miserables que asaltaron en diferentes zonas de la ciudad y robaron en casas cuyos dueños salieron a toda prisa, a veces sin siquiera cerrar las puertas. En contraste, resultó altamente estimulante ver cómo los vecinos de los edificios caídos se lanzaban a remover escombros en busca de vida, sumándose a bomberos y rescatistas profesionales. Es también estimulante ver cómo la ciudad de todos los días, hosca y agresiva, se humaniza y hace de la solidaridad y la amabilidad una práctica raras veces vista en la gran capital. De ese modo, este martes se vieron inusuales cortesías en el tránsito vehicular, y en muchos cruceros donde se apagaron los semáforos y se formaron cuellos de botella, jóvenes voluntarios tomaron a su cargo dirigir el tráfico, poner algo de orden en el caótico fluir de vehículos y dar cauce a la movilidad. Resultó estimulante ver en algunas calles cómo algunos restauranteros grandes y pequeños, obligados a cerrar o restringir el servicio por daños en sus locales, sacaban sus viandas para acercarlas a quienes habían perdido su casa o ayudaban a rescatar a las víctimas de derrumbes. Por supuesto, hay que lamentar la muerte, el dolor, la pérdida del patrimonio y el sumirse quizá miles de personas en la incertidumbre de haberlo perdido todo, pero esa solidaridad para ayudar de mil maneras en el salvamento de vidas, en paliar el dolor, eso es algo altamente gratificante. En medio de la corrupción asfixiante que reina en el país, hay que reconocer la relativamente rápida reacción de los cuerpos de seguridad y de Protección Civil. Tiempo habrá para determinar si en las construcciones de las últimas décadas se corrigieron los vicios que en 1985 victimaron a miles de capitalinos, pero como un primer acercamiento al drama telúrico, me quedo con la solidaridad y la humanización de la ciudad, aunque sea imposible olvidar la muerte y el dolor”.

http://www.reforma.com/aplicaciones/editoriales/editorial.aspx?id=120401

El sismo de 2017 y el fin de los tiempos

Bernardo Barranco, en La Jornada, también escribe sobre los estragos del sismo del día de ayer: “El sismo de magnitud 7.1 irrumpió con brutal intensidad en el centro del país. Mis libros, objetos y anaqueles cayeron con brusquedad. Todo se movía con violencia inaudita y los segundos parecían eternos. Por momentos pensé que todo se abatiría, la ciudad quedaría en escombros y yo entre ellos. Vuelven las imágenes de desconcierto, dolor, incredulidad y rostros de pánico de 1985. Pero también la solidaridad, miles de personas buscando sobrevivientes, cooperando para remover piedra por piedra entre los escombros la esperanza de vida. Escenas conmovedoras de triunfo colectivo cuando se rescataba a una víctima que nos confirma que la generosidad ciudadana no fue un accidente en 1985. Pese a que México se ha envilecido, desde entonces, y muchas de sus aristas se han descompuesto, prevalece la magnanimidad del voluntario por apoyar de manera desprendida al desamparado, al que necesita de ayuda de manera urgente y determinante. Ciudad de México, la casa de todos, nuestro albergue, sufre de nuevo un severo trauma causado por la naturaleza. De manera inaudita el sismo de ayer que tuvo un impacto furioso coincide justo el mismo día 19 de septiembre, a 32 años del sismo de 1985. ¿Casualidad?, se preguntan muchos en redes. Desde hace semanas circulan tanto en las redes sociales y como comentarios en medios interpretaciones de los recientes eventos de la naturaleza en clave catastrofista. Como señales fatales del fin del mundo. Hace unos días, una conocida, Martha, testigo de Jehová, me advertía que acontecimientos insospechados acaecerían en nuestra realidad. Una especie de advenimiento del desastre. Los hechos ahí están: un eclipse en el hemisferio norte, los devastadores huracanes Irma, Katia, José y anteriormente Harvey, que azotó Texas. El terremoto del 7 de septiembre y ahora éste del 19 del mismo mes. Hay ciertos colectivos, aun iglesias, cuyo estado de ánimo colectivo raya en el sentido del fin del mundo. Supuestos expertos en el Nuevo Testamento advierten haber hallado que en el evangelio según San Lucas aparece una tremenda profecía en el capítulo 21, versículos 25 y 26, donde se presenta la siguiente advertencia narrada por el mismo Jesucristo: Entonces habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, confundidas a causa del bramido del mar y de las olas; desfalleciendo los hombres por el temor y la expectación de las cosas que sobrevendrán en la tierra; porque las potencias de los cielos serán conmovidas. Este apocaliptismo moderno nos advierte la intervención de la ira de Dios. Dichas concepciones catastrofistas no son nada novedosas, aparecen y reaparecen de tiempo en tiempo. Sin embargo, muestran sobre todo cómo la sociedad occidental ha construido su ethos sobre las nociones del apocalipsis, del fin del mundo y del fin de la historia.

http://www.jornada.unam.mx/2017/09/20/opinion/027a2pol

Sociedad civil en acción

Julio Astillero describe hoy en La Jornada, la solidaridad que vuelve a emerger en la CdMx: “Las expresiones de solidaridad popular fueron ejemplares y directas: organizar brigadas de ayuda para rescate, proveer artículos básicos para esas tareas, enlazar llamadas de personas deseosas de encontrar amigos o familiares en la Ciudad de México y los demás estados dañados, o desde estos lugares hacia el resto del país y el extranjero; ofrecimiento de compartir casas o departamentos para quienes se hubiesen quedado sin morada, aventones automovilísticos… En las principales arterias de la Ciudad de México también se pudo ver una ayuda esencial: el comportamiento silencioso, ordenado, casi apacible, ante las circunstancias dolorosas, de millones de personas que se habilitaron fórmulas de transporte o caminaron largas distancias para llegar a sus casas. La defectuosa, lenta o insuficiente respuesta de las máximas autoridades civiles tiene una explicación que forma parte del colapso del que México estaría al borde, según diagnóstico que The New York Times atribuyó al general John Kelly, ahora poderoso jefe del gabinete de Donald Trump. Los mandos políticos del país, sus estructuras de operación y los mecanismos específicos de protección civil, seguridad pública y atención a los ciudadanos han sido corroídos por la impreparación, el cuatismo, el culto a las puras apariencias y la vocación sacramental por la corrupción. El golpe de este martes se suma al cuadro de otras entidades en graves problemas, sobre todo Oaxaca y Chiapas, adonde el gobierno federal pretende destinar millonadas para programas de reconstrucción que, por desgracia, y tomando en cuenta los antecedentes de los principales responsables de manejar esos fondos, serán manjar para apetitos corruptos, excelente coartada noble para el desvío de fondos en general y, en particular, para las acciones electorales priístas y verdes, en las entidades mencionadas, con cuenta final en el tablero de la elección presidencial”.

http://www.jornada.unam.mx/2017/09/20/opinion/012o1pol

Tragedia y desconsuelo

En Milenio, Rafael Pérez Gay describe su experiencia por las calles de la CdMx después del sismo de ayer: “El destino juega a los dados con nuestras vidas. Después de un simulacro en el aniversario número 32 del sismo de 1985, un terremoto cimbró a la Ciudad de México y a los estados de Puebla y Morelos. Si entendí bien, la magnitud fue de 7.2. En mi memoria, este sismo fue más violento que el del 85. Hasta donde pude ver, la destrucción fue menor, pero las escenas desesperadas, trágicas, inauditas recuerdan aquel día infausto de septiembre. Mientras desalojaba la casa con miedo y desesperación, un estruendo de derrumbes ensordecía a los vecinos. Y luego, la certeza de quienes sabemos medir en nuestro pecho la intensidad de un temblor: dificultad para salir de la oficina, gritos, miedo. Por cierto, cayó la madre del Monumento a la Madre. Caminé por las calles de las colonias Condesa y Roma, como lo hice hace 30 años. Entonces me afectaban menos las catástrofes naturales, en la caminata me revienta el alma el derrumbe, la desesperación, el olor a gas, el polvo. No creo exagerar si digo que nunca había visto tan afectada la colonia de mi vida. En la esquina de la calle de Laredo y Amsterdam, un edificio ha caído. He pasado mil veces por esta esquina y ahora no sé cuántos pisos tenía este edificio. ¿Seis, siete? Después del temblor se ha reducido a la nada. Y entre los derribos hay personas atrapadas. La primera lección cívica de esta tarde ocurre frente a este derrumbe: una larga fila de hombres y mujeres retiran derribos en carritos del súper. Alguien pide silencio a la multitud: queremos oír si alguien pide ayuda entre los escombros. Me perturba pensar que he visto a los vecinos de ese edifico en mis paseos por la colonia, en las tiendas, en los bares. Camino, me cruzo por las calles que huelen a gas con rostros de vecinos como el mío, rostros un poco de fantasma, otro poco de seres caminando por las calles oscuras de la tragedia. La cantidad de edificios afectados que he visto es impresionante… (…) Paso la frontera de la colonia Condesa y el espectáculo es aún peor en la Roma. En Querétaro y San Luis Potosí, un derrumbe. Derribo quiere decir personas entre los escombros. Los edificios caen en posturas estrafalarias: de lado, acostados, completos, en partes. Desde luego no soy de los que piensan que el gobierno es el culpable del sismo. Al contrario, me parece que hemos avanzado mucho en prevención civil. Colonia Roma: hombres y mujeres cierran sus departamentos y huyen del lugar de los hechos. Me pregunto si tengo miedo; sí, mucho. El Ejército ayuda, pero le da a la situación trágica un toque aún más oscuro. Las noticias no pueden ser peores: tres escuelas colapsaron con sus maestros y sus alumnos dentro, incendios de centros comerciales. La solidaridad es una forma de conectarse con el sufrimiento de los otros, sin esa conexión no existe el apoyo… (…) Las catástrofes muestran la cara de una sociedad. Hasta ayer, a propósito de los feminicidios, yo estaba decepcionado de mí y de la gente. He cambiado de opinión: los buenos son más. He visto personas con palas y picos y marros, personas con agua, medicinas, una hora después del sismo, personas que levantaban piedras, personas ayudando a otras personas. No compartiré la idea de que los gobiernos local y federal son culpables de algo. Pero sé que lo leeré reproducido por los diarios y traído por los partidos de la oposición en un acto de mezquindad sin límites.(…) La muerte siempre llega a tiempo. La tragedia, el desconsuelo”.

http://www.milenio.com/firmas/rafael_perez_gay/tragedia-desconsuelo-sismo-cdmx-proteccion_civil-ejercito_18_1033876613.html?print=1

Fuertes réplicas

Destacable lo que escribe Templo Mayor sobre las réplicas esperadas en el presupuesto 2018: “Donde se esperan fuertes réplicas del sismo es en el Presupuesto 2018. Desde ayer muchos gobernadores están temblando ante probables recortes a las partidas ya asignadas, pues se necesitarán recursos para atender la catástrofe en Morelos, Puebla, Estado de México y CDMX. Eso sin mencionar, claro, la reconstrucción en Oaxaca y Chiapas. Así que habrá que estar muy al pendiente de las rebatingas en la negociación presupuestaria que se lleva a cabo en San Lázaro pues, como suelen decir los diputados, la colcha presupuestal no alcanza para todos. A ver quiénes resultan descobijados y damnificados”.

http://www.reforma.com/aplicaciones/editoriales/editorial.aspx?id=120400&po=3

El amigo de Videgaray

Raymundo Rivapalacio escribe en El Financiero una fuerte crítica a la actitud y “estrategia” de Luis Videgaray en Relaciones exteriores: “Eso de andar de queda bien con el presidente de Estados Unidos, le debían haber dicho al diplomático bisoño Luis Videgaray, nunca ha sido una buena idea. Con el gobierno de Estados Unidos hay que seguir la máxima atribuida a John Foster Dulles, secretario de Estado en la Administración de Dwight D. Eisenhower, de “Estados Unidos no tiene amigos; tiene intereses”. No hay un registro histórico del dicho de Dulles, que todo indica fue expresada por el presidente francés Charles de Gaulle. La leyenda sobre su origen viene aparentemente de una visita de Dulles a México en 1958, donde fue recibido con manifestaciones callejeras y pancartas que decían: “Estados Unidos no tiene amigos; tiene intereses”. Sea cual fuera el autor intelectual de la frase, el principio se mantiene y Videgaray se ha equivocado. Plegar la política exterior mexicana a la agenda de Donald Trump, sólo ha recibido desprecio como pago. Videgaray llegó a la Secretaría de Relaciones Exteriores en enero pasado, con el reconocimiento en público, que estaba ahí para aprender. No se sabe si alguien le platicó la historia principista de la política exterior mexicana ni la manera como pragmáticamente aplicaron la Doctrina Estrada, con casos excepcionales con la España de Francisco Franco, la Cuba de Fidel Castro, la Nicaragua de Anastasio Somoza, El Salvador de la junta militar, o incluso la Venezuela de Hugo Chávez. Lo que sí está claro, es que no aprendió. (…) La Casa Blanca difundió el lunes la lista de invitados a la cena, que incluía a tres presidentes, cuatro cancilleres, un ministro de Economía, un funcionario de segundo nivel de la Casa Rosada, un alto funcionario del Senado Argentino, y los embajadores de Brasil y Colombia en Washington. Videgaray, quien ante la ausencia de Peña Nieto asumió la jefatura de la delegación mexicana, llegó el domingo a Nueva York y participó el lunes en los trabajos de las Naciones Unidas, pero no fue requerido. Tampoco el embajador de México en Washington ni otro funcionario mexicano. Cero mexicanos en un encuentro con sudamericanos y centroamericanos para hablar, principalmente, de Venezuela, excluyéndolo de un diálogo central para la estabilidad continental. (…) El canciller más pronorteamericano que se recuerde en mucho tiempo, se quedó sin participar por razones, sugieren, protocolarias. Su relación con Kushner, con el general Kelly, y con el secretario de Estado, Rex Tillerson, no sirvió. Las buenas calificaciones buscadas con Washington, no le han dado resultados positivos en los últimos días, donde las críticas a México han tenido un tono que no se veía en décadas. Cambiar su estrategia con Washington es algo que debería considerar Videgaray, a quien los veteranos diplomáticos en la Cancillería le podrían decir que no se preocupe, que discrepar con Estados Unidos no es insultarlos, y que mantener una postura independiente y respetuosa de ellos, es mejor camino que ponerse de rodillas en la Oficina Oval”.

http://www.elfinanciero.com.mx/opinion/el-amigo-de-videgaray.html

@loscabareteros

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